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"El texto que aparece a continuación se incluye en esta página como un pequeño homenaje a Joaquin Vaquero Turcios, gran pintor y persona, que tuvo la amabilidad de colaborar para mi documental y que por razones fuera de mi alcance, no pudo ser incluido en el mismo."

Alejandro Quincoces

 

“El terreno en el que deambulamos los pintores es impreciso, movedizo y está en penumbra. No sabemos bien ni por qué pintamos ni para qué o para quien lo hacemos, suponiendo que este oficio humilde y algo visionario tenga de veras alguna razón y algún destinatario. Si tratamos de arañar la superficie de ese territorio y ver de qué está hecho, nos encontraremos con una mezcla de materiales diversos, un conglomerado de material visual de derribo, sobrantes emocionales ligados a vivencias imprecisas. Todo ello parece estar ligado por la memoria, fragmentos y teselas de un mosaico deshecho e imposible de reconstruir que nos sirven de pista o sugerencia para inventar recuerdos futuros.

 

Entre los estratos de materia prima para pintar hay, también, a veces, datos que marcan ciertas horas del día muy precisas sintonizando nuestro reloj  emocional en esos momentos. Datos objetivos que sitúan en verano y las primeras horas de la tarde  algunas pinturas de agudísima emoción. Las plazas de De Chirico, alguno de los mejores paisajes de Dalí, nos llevan a escenografías soleadas,vacías y silenciosas, por las que cruza una figura solitaria con su sombra arrojada sobre el suelo. La otra hora punta de la emoción es la entrada de la noche, cuando la luz no quiere irse, parece detenida antes de empezar a desgarrarse, mientras van apareciendo como estrellas las luces artificiales.

 

Muchos pintores lo han visto y sentido (¡Aquella casa entre dos luces de Magritte!...) y siempre nos encoge el corazón. Suele ser esta también la hora preferida por Quincoces. Pues bien, si rascamos un cuadro suyo como arañábamos el suelo de la inspiración de los pintores, encontraremos resíduos de vida mezclados al grafito y al óleo, instantáneas propias y memoria colectiva.

 

Parece evidente que Quincoces no nos cuenta sólo las imágenes que él ha visto sino también instantáneas íntimas que nos pertenecen, cosas que hemos visto y sentido nosotros mismos. Encontraremos pintura. Color ligero y brumoso, arrastrado de un golpe o extendido cuidadosamente, gotas de contornos diluidos sobre fondo húmedo, raspones súbitos, frotados, transparencias, gestos; Todo un muestrario de sabiduría e intuición. Una demostración de facultades de un pintor que para hacer lo que hace lo sabe todo. Pero resulta claro que, en caso necesario, podría volverlo a inventar desde el principio. Porque este oficio, visionario y artesanal, tiene que ver con la memoria, con vivencias y emociones, pero todo sería muy poco si quien lo ejerce no es un auténtico pintor y su lenguaje no es autosuficiente, está vivo y se mantiene siempre impredecible.”

 

Joaquín Vaquero Turcios

De la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

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